Retrato de una mujer en llamas es una película que marcó un hito en el cine moderno. Estrenada en 2019 y dirigida por la francesa Céline Sciamma, esta cinta se ha convertido en una obra emblemática del cine queer y feminista, elogiada por su narrativa poética y su cuidadosa estética.

Ganadora del premio al mejor guion y de la Queer Palm en el Festival de Cannes, así como del César a la mejor fotografía en 2020, es un ejemplo impactante del poder de la mirada femenina en la representación del amor entre mujeres.

Un romance en el contexto del Siglo XVIII

La historia está ambientada en el año 1770 y se centra en el inesperado vínculo entre Marianne (Noémie Merlant), una pintora profesional, y Héloïse (Adèle Haenel), una joven noble que acaba de salir del convento y cuya madre desea que contraiga matrimonio. Marianne es contratada para retratar a Héloïse en secreto, pues esta última se niega a ser pintada al resistirse a aceptar un destino matrimonial impuesto.

Bajo el pretexto de ser una dama de compañía, Marianne estudia a Héloïse en silencio, observándola minuciosamente para plasmar su esencia en un retrato. Esta observación, inicialmente distante y profesional, se transforma en una conexión íntima, dando lugar a una relación en la que el amor y el deseo trascienden las normas de su tiempo.

Feminismo y sensualidad en la mirada femenina

La película ha sido aclamada por su tratamiento único de la relación entre las protagonistas, alejándose de la mirada masculina que a menudo cosifica el cuerpo femenino en la pantalla. Céline Sciamma lo describe como un «manifiesto sobre la mirada femenina«, en el que el erotismo y la sensualidad surgen de gestos y miradas sin recurrir a la violencia o a estereotipos.

La directora permite que el espectador se sumerja en la psicología de los personajes, explorando su relación con un ritmo pausado que da espacio a la introspección. La falta de una banda sonora intrusiva acentúa la intimidad de la historia, utilizando en cambio los sonidos del entorno natural para crear una atmósfera envolvente y realista.

La obra de arte en movimiento: Fotografía y simbolismo

El apartado visual de Retrato de una mujer en llamas es una auténtica obra de arte. La dirección de fotografía, a cargo de Claire Mathon, convierte cada escena en un lienzo. Inspirada en los cuadros de la época, Mathon utiliza la luz natural para resaltar la textura de la piel, los colores vivos y los detalles de la vestimenta, creando una experiencia visual inmersiva que refleja el contexto del siglo XVIII. El filme se rodó en alta resolución 8K, lo que permitió capturar una paleta de colores y una calidad de imagen inigualables.

Además, la película rinde homenaje a la artista Élisabeth Vigée-Lebrun, una de las pocas mujeres pintoras reconocidas de la época, cuya influencia se percibe en el personaje de Marianne, una mujer independiente y profesional en un mundo dominado por hombres.

Un paralelismo con el Mito de Orfeo y Eurídice

Sciamma introduce un rico simbolismo literario, trazando un paralelismo con el mito de Orfeo y Eurídice. En una escena clave, las protagonistas leen el pasaje en el que Orfeo tiene la oportunidad de rescatar a su amada del inframundo, con la única condición de no mirarla hasta que lleguen a la superficie. En el último momento, él se gira, perdiéndola para siempre. Marianne interpreta este acto como una elección artística: Orfeo prefiere recordar a Eurídice a su manera, como un poeta, en lugar de arriesgar su recuerdo.

Héloïse, por su parte, insinúa que Eurídice pudo haber instigado el giro, invitando a la interpretación de que ella también buscaba su propio destino. Esta reflexión encuentra eco en el momento final de la película, cuando Héloïse pronuncia un «¡Gírate!», cerrando el ciclo y simbolizando el amor como un acto de recuerdo eterno.

Personajes y actuaciones: La excelencia del reparto

El reparto principal está liderado por Noémie Merlant como Marianne y Adèle Haenel como Héloïse, quienes logran una interpretación profunda y contenida, transmitiendo una pasión latente que se libera en momentos de contacto visual y diálogos poéticos. Ambas actrices consiguen plasmar el desarrollo de la relación de una manera sutil y emotiva. También destaca Valeria Golino en el papel de la madre de Héloïse, quien representa el peso de las expectativas sociales que recae sobre la joven.

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Un final cargado de emoción: El impacto de Vivaldi

La música, casi ausente en la película, se convierte en un recurso emocional crucial. En el clímax final, la interpretación de El verano de Las cuatro estaciones de Vivaldi da vida a una escena cargada de nostalgia y anhelo. La pieza musical acompaña la última vez que Marianne y Héloïse se encuentran, esta vez a través de la distancia, en un teatro. La reacción de Héloïse ante la música refleja la intensidad de sus recuerdos, haciendo que el espectador comparta su emoción en un momento profundamente conmovedor.

Premios y reconocimientos: Un legado en el cine lésbico

Desde su estreno, Retrato de una mujer en llamas ha sido aclamada por la crítica y premiada en múltiples festivales internacionales. Fue la primera película dirigida por una mujer en ganar la Queer Palm en Cannes y obtuvo premios por su guion y fotografía. El reconocimiento de la película ha trascendido su temática LGTBIQ+, ganando el favor del público y de la crítica especializada, que la considera una pieza fundamental en la representación cinematográfica de relaciones lésbicas.

Retrato de una mujer en llamas es más que una historia de amor; es una exploración de la identidad, la autonomía y el poder de la mirada femenina. La película de Céline Sciamma ha roto estereotipos, demostrando que el cine puede abordar el deseo y la intimidad entre mujeres sin recurrir a la objetivación. Con su delicado enfoque, el filme redefine las historias de amor en el cine y ofrece una experiencia visual y emocional que invita a reflexionar sobre el poder de la conexión humana y el arte como vehículo de recuerdo y redención.

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