En pleno auge de las luchas por los derechos civiles y sexuales en los años 60, The Killing of Sister George irrumpió en el panorama cinematográfico con una propuesta arriesgada y, para muchos, escandalosa: mostrar de forma directa y sin tapujos una relación lésbica entre mujeres adultas. Dirigida por Robert Aldrich y protagonizada por Beryl Reid y Susannah York, esta adaptación del éxito teatral de Frank Marcus representó un hito en la visibilidad lésbica en el cine anglosajón, aunque no sin controversias.
Entre el melodrama, la sátira y la tragedia íntima
A diferencia de otras películas de la época que codificaban el lesbianismo o lo disfrazaban bajo capas de simbolismo, The Killing of Sister George lo presenta de forma explícita, como parte fundamental de la trama. La historia gira en torno a June “George” Buckridge (Beryl Reid), una actriz de mediana edad que interpreta a una simpática enfermera llamada “Hermana George” en una popular telenovela de la BBC. En la vida real, sin embargo, George es alcohólica, ruda y emocionalmente inestable, y mantiene una relación con la mucho más joven Alice “Childie” McNaught (Susannah York), una mujer pasiva, ambigua y emocionalmente distante.
Cuando George descubre que su personaje será eliminado de la serie, comienza un progresivo descenso emocional que afecta tanto su carrera como su relación amorosa. El título no solo se refiere a la muerte del personaje ficticio, sino también al lento desmoronamiento de la identidad profesional y afectiva de la protagonista.
Representación lésbica: entre la novedad y la polémica
Lo que hizo que The Killing of Sister George se destacara en su momento, y aún hoy, fue su representación directa del lesbianismo, en una era en la que aún imperaban fuertes censuras sociales y legales. A diferencia de lo codificado o simbólico en títulos como Dracula’s Daughter (1936) o Rebecca (1940), esta película muestra abiertamente el deseo sexual entre mujeres, incluyendo una escena que fue revolucionaria (y controversial) en su tiempo: la visita de Childie al club lésbico Gateways, un lugar real ubicado en Chelsea, Londres, donde se rodó la escena con clientas reales del local. Es una de las primeras veces que un espacio lésbico auténtico aparece en pantalla con esa naturalidad.
La película fue calificada X en el Reino Unido y Estados Unidos, y fue censurada o prohibida en varios países, precisamente por su contenido lésbico explícito. Lo interesante es que la censura no apuntaba tanto a la violencia o el lenguaje, sino a la incomodidad que generaba la representación honesta de una relación homosexual femenina entre adultas.
Una mirada amarga (¿y misógina?) del amor entre mujeres
Aunque revolucionaria en cuanto a visibilidad, The Killing of Sister George ha sido objeto de críticas por su tratamiento oscuro, amargo y, según algunas voces, misógino del lesbianismo. El personaje de George es presentado como una mujer agresiva, controladora y emocionalmente dependiente, mientras que Childie parece infantilizada y manipulable. El clímax de la película, en el que Childie parece iniciar una relación sexual con una mujer de la BBC para avanzar profesionalmente, deja a George devastada y sola.
Este final refuerza el viejo tropo de que las relaciones lésbicas están condenadas al fracaso, reforzando estereotipos negativos: la lesbiana masculina como figura autoritaria y patética, la lesbiana femenina como presa fácil de la seducción o la traición. Para muchas espectadoras lesbianas de la época, ver representada su sexualidad en pantalla fue una experiencia inédita, pero también dolorosa por la forma trágica y violenta en que la narrativa se resolvía.
Un legado ambivalente en la historia del cine lésbico
Pese a sus limitaciones, The Killing of Sister George tiene un lugar asegurado en la genealogía del cine lésbico. No solo por su contenido explícito, sino por atreverse a explorar dinámicas de poder, celos, dependencia emocional y deseo sin edulcorarlas. No se trata de una historia de amor idealizada, sino de una relación disfuncional que, al ser mostrada con crudeza, contribuyó a romper el silencio en torno a la homosexualidad femenina.
El hecho de que la película se base en una obra teatral con tintes de comedia negra también contribuye a su complejidad. Mientras el teatro jugaba con la ironía y la exageración, el filme de Aldrich se decanta por una visión más sombría y psicológica, con tintes melodramáticos. Esta transformación fue criticada por el propio autor de la obra original, Frank Marcus, quien no estuvo de acuerdo con el giro dramático y el tono “escandaloso” que Aldrich imprimió a su guion.
Censura, mercado y doble moral
El tratamiento que recibió la película por parte de los censores y medios es revelador de la hipocresía de la época. El hecho de que mostrara lesbianismo entre adultas, sin necesidad de castigo moral inmediato (aunque sí simbólico), fue considerado demasiado provocador. En Estados Unidos fue calificada X, lo que limitó su distribución. En Reino Unido, se le aplicaron recortes, y en varios países de Europa y América Latina fue directamente prohibida.
Paradójicamente, ese mismo escándalo contribuyó al éxito comercial de la película, que más que triplicó su presupuesto en taquilla. El morbo y la curiosidad del público por ver “algo prohibido” fue explotado con inteligencia por los distribuidores, aunque a costa de presentar la película como una especie de espectáculo morboso más que como una obra seria sobre relaciones humanas.
¿Qué nos dice hoy The Killing of Sister George?
Revisada con ojos contemporáneos, la película puede parecer problemática, pero también valiente. Su retrato de una relación lésbica no busca idealizar ni ocultar nada: es disfuncional, sí, pero profundamente humana. A pesar del tono pesimista, ofrece una rareza histórica: personajes lésbicos con agencia, con deseo, con complejidades propias.
The Killing of Sister George abrió camino para el cine queer posterior, aunque su enfoque no escapó del sensacionalismo y del tropo trágico tan común en la representación de la homosexualidad hasta finales del siglo XX. Hoy, se puede apreciar como una pieza de época, desgarradora y a ratos incómoda, que capturó con honestidad brutal el dolor de una mujer que no solo pierde su trabajo, sino también su amor y su sentido de identidad.